Cotilleos y Reflexiones

[CotilleosYReflexiones][bleft]

Mis Artículos

[MisArtículos][bsummary]

Leído en prensa

[LeídoEnmPrensa][twocolumns]

El recuento

Eduardo había llegado a su despacho de la sede hacia las doce de la mañana, muy poco después de votar. Se despidió de Paula y de los niños, advirtiendo a su mujer de que probablemente no fuera a casa a dormir aquella noche. Paula lo tenía claro, le habría sorprendido lo contrario. Los quince días de campaña electoral habían sido muy intensos y su marido solo había dormido en casa dos noches. Desde joven quería cambiarlo todo y, poco a poco, como sin querer se fue metiendo cada vez más en el partido hasta que le nombraron candidato. 

Las encuestas estaban yendo muy bien, lo suficientemente bien como para ponerle nervioso. Diez puntos por encima eran demasiados puntos como para ser un nuevo error. Punto arriba o punto abajo, Eduardo se veía vencedor y eso le ponía en tensión. Los compañeros del partido también le veían como presidente y en la sede estaban celebrando una victoria que todavía no se había producido. Él prefería aislarse de todo y permanecer tranquilo en la soledad de su despacho. Había advertido a Silvia, su secretaria, que no estaba para nadie. Que no le pasara ninguna llamada, que no quería que nadie le molestara. Estaba demasiado tenso.

Estaba llegando la hora de la verdad, era la hora de demostrar que lo que había prometido se podía cumplir, eso le angustiaba. Le daba miedo, siempre había dado la cara. Había sido un político agresivo desde el principio, luchador incansable por lo que él creía justo y ahora estaba llegando la hora de la verdad. 

Cinco horas todavía para el cierre de las urnas. La espera se le estaba haciendo eterna. Jugaba a algún juego del móvil. Revisaba los comentarios que se hacían sobre él y sobre sus rivales en las redes sociales. Pegaba vistazos a la prensa, pero sin leer nada; fumaba, veía la televisión, se tomaba un refresco y volvía a fumar. Revisaba una y otra vez la ropa que tenía en el armario de su despacho. No tenía problemas con la indumentaria con los del partido morado. Irían hechos unos zorros como siempre, todo para dar lástima. Tampoco iba a aparecer igual que el del partido rojo, menudo gilipollas, siempre con esas pintas de chulo de putas barato venido a más. Le preocupaba más el del partido azul, siempre coincidían en su forma de vestir.

¿La corbata que le había regalado Paula la semana pasada? Demasiado informal, para eso mejor ir sin corbata. Pronto lo decidió, esa americana azul informal con una camisa blanca, los vaqueros y los zapatos de ante azul que tanto le gustan. Ya, ya se había decidido con el vestuario, pero le había llevado menos de lo que pensaba, aún quedaban cuatro horas para empezar el recuento.

- ¿Qué tal todo Paula?
- ¿Otra vez tú, Eduardo? Pues igual que cuando has llamado hace media hora.
- ¿Los niños bien?
- Jugando a la Play, ¿Qué pensabas que porque no estuvieras tú iba a cambiar algo? Estás como un flan, ¿eh?
- Bueno un poco, si tuviera claro que iba a perder estaría mucho más tranquilo.
- Pues yo creo que vas a ganar. Tranquilízate, es tu oportunidad para demostrar que lo que prometías era verdad y que tenías razón en todo. Venga, trata de tranquilizarte. Pon música y cierra los ojos para relajarte, aún quedan tres horas y media. Hasta luego. Suerte.
- Hasta luego, gracias.

Decidió hacer caso a Paula, cerrar los ojos y escuchar un poco de música le relajaría. Por supuesto no pondría la última recomendación que le hizo Miguel por WhatsApp. Era el momento de relajarse, no de alterarse más. Le volvía a sonar el teléfono. Otro nuevo mensaje de WhatsApp, ¡ciento veintiocho mensajes sin leer! Esta vez era el presidente del Banco Lores. Menudo cabrón, si él supiera que no le había concedido la hipoteca de su primera casa. Como se notaba que ahora olían a poder, ahí estaban todos con mensajes de WhatsApp. Bancos, eléctricas, directores de periódico y hasta aquel periodista cabronazo, que siempre le ponía verde, ahora le deseaba suerte.

- Eduardo, Eduardo, Eduardo despierta, son las nueve menos cuarto ya.

Era Silvia, su secretaria. Las urnas ya estaban cerradas y él se había quedado dormido. Es lo que tiene escuchar a Diana Krall con los ojos cerrados, al final te relaja tanto que acabas durmiéndote. Además las últimas noches de Eduardo no habían sido precisamente tranquilas. La noche que más había dormido del último mes habían sido cuatro horas seguidas, un lujo. Se lavó la cara en el baño y seguía sonando el móvil. Hasta de sus compañeros de colegio tenía mensajes, esos de los que no había sabido nada en los últimos treinta años. ¡Qué amables estos pelotas!

- ¿Qué tal va todo, Silvia?
- Parece que bien Eduardo, las encuestas a pie de urna han sido buenas. Vas a tener que calmar un poco los ánimos ahí abajo. Te dan todos como ganador y con mayoría absoluta. El secretario de comunicación ya ha hecho una declaración en plan ministro. Tú dirás lo que quieras, pero a mi me sigue pareciendo un patán.
- Claro que es un patán, Silvia. Pero nos ha venido muy bien estos años. Si ganamos le damos algún puesto de segundón y bien pagado donde nos moleste poco, y puerta.
- Me parece muy buena idea. No te retrases más, te esperan en la sala de juntas todo el comité nacional para que vayáis viendo los resultados.
- Venga, vamos allá.
- ¡Suerte, presidente!
- No me hagas reír Silvia, que me pongo más nervioso.
- Por cierto, te ha llamado para darte ánimos un montón de gente. Qué cabrones, estos quieren algo. 
- Si, lo de todos. Un favorcito.Vamos allá, no perdamos más tiempo.

Continua





No hay comentarios: