Prevención y control químico para combatir la roya amarilla en el trigo
Agropal informa sobre los síntomas que permiten identificar esta enfermedad en el campo y las medidas a llevar a cabo para controlarla.
En el trigo, así como en el resto de cereales, es frecuente el ataque de hongos. La roya amarilla es una enfermedad fúngica producida por el hongo Puccinia striiformis, que puede afectar a trigo, cebada y triticale. “En el trigo se ha convertido en un problema generalizado, y ha constituido una preocupación muy importante por la intensidad de sus síntomas y por las pérdidas de cosecha que ha ocasionado a muchos productores”, según explican desde Agropal.
La infección primaria se produce en otoño, mediante esporas arrastradas por el viento procedente de plantas hospedantes espontáneas. Desde finales de invierno la enfermedad se multiplica en ciclos asexuales sucesivos, apareciendo en las hojas pústulas que producen esporas que dispersan la enfermedad, infectando nuevas plantas y expandiéndola a otras parcelas, incluso a grandes distancias si existen vientos favorables. El riesgo aumenta con inviernos suaves y primaveras frescas y lluviosas.
En condiciones óptimas (10/15ºC y agua sobre las hojas), una espora de roya amarilla germina y produce una infección en un periodo de una a tres horas, por lo que el ciclo de la enfermedad puede completarse en apenas 7 días, sucediéndose numerosos ciclos infectivos. Al tiempo, la roya detiene su desarrollo por debajo de 2º C y tiene en 22º C su limitante de temperatura superior.
Síntomas y daños
Esta enfermedad suele expresarse tempranamente en pequeños rodales de aspecto clorótico y amarillento, a partir de los cuales se dispersa la enfermedad por el resto de la parcela. Los síntomas típicos de roya amarilla son unas pústulas alargadas (ovaladas), de 0,5 a 1 mm de longitud que rompen la cutícula de la hoja para desprender esporas y propagar así la enfermedad. Estas pústulas tienen un color amarillo o anaranjado, según su edad, las condiciones ambientales y la variedad afectada.
Las jóvenes tienen un color más vivo que se pone de manifiesto a primera hora de la mañana. Éstas se disponen normalmente alineadas entre los nervios, formando una sucesión lineal muy característica para su identificación visual. En todo caso, se observarán líneas cloróticas a lo largo de las hojas, de diversas longitudes y tamaños, que pueden ser de varios centímetros.
Las pústulas se multiplican hasta ocupar toda la hoja, lo que ofrece un aspecto estriado. A medida que las temperaturas aumentan, el aspecto de la enfermedad en hoja cambia; las pústulas se tornan anaranjadas y liberan un polvillo naranjo – amarillento. Si las condiciones persisten, puede llegar a afectar a la espiga, apreciándose pústulas sobre las glumas.
“Los ataques de esta enfermedad presentan gran importancia, puesto que pueden suponer una merma significativa del rendimiento. Básicamente, las pérdidas se producen por la aparición de zonas necróticas en las hojas, que pueden llegar a secarse por completo, lo cual provoca una disminución de la capacidad fotosintética de la planta y una reducción en la migración de los nutrientes hacia el grano”, como aseguran desde Agropal, quienes indican que la reducción en el rendimiento puede superar el 50%.
Métodos de control
Hasta ahora, el uso de variedades resistentes ha sido una de las mejores medidas para combatir la roya amarilla. De hecho, una de las razones por las que no ha habido epidemias severas de roya amarilla durante estos últimos años en España, “es porque la mayor parte de las variedades cultivadas, llevaba incorporados genes de resistencia efectivos contra las cepas predominantes del hongo”.
Así, la mejora genética conseguida incorporando estos genes, “ha sido una medida muy eficiente hasta ahora”. El hecho de la presencia de la nueva cepa de roya amarilla (Warrior/Ambition), hace que no se disponga de variedades resistentes contra esta enfermedad.
“Sin duda, el método más exitoso en la lucha contra esta enfermedad, se basa en el empleo de variedades resistentes”, tal y como afirma el equipo de Agropal. Debido a la rapidez con que la enfermedad se puede extender, “es fundamental anticiparse y tratar ante la aparición de los primeros síntomas, intentando mantener sanas las dos últimas hojas desarrolladas y, en su caso, la espiga”.
Los momentos de tratamiento son desde el estado de un nudo hasta el espigado, no siendo recomendable tratar con posterioridad al estado de grano lechoso, ya que el tratamiento no resulta rentable.
Artículo originalmente publicado en campocyl.es
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