¿Protección a la infancia? Sí, a la que delinque
Una de las cosas que más pueden doler a una persona normal es el acoso que muchos niños sufren en el colegio. Como casi siempre, volvemos a ver que eso se debe sobre todo a la gran perdida de valores de nuestra sociedad que afecta, sobre todo, a los niños. De muchos padres que no tienen valores, más que el de la competitividad o el de la humillación del débil, se puede esperar muy poco. Pero mucho menos se puede esperar de los hijos a los que estos anormales eduquen.
No han sido pocos los casos de acoso en los que las víctimas acaban suicidándose o, como poco, en los que acaban con taras psicológicas que les afectan toda su vida. Debe ser muy duro para cualquier niño acosado acudir todos los días a clase y no atreverse a denunciarlo, ni siquiera a sus propios padres. El miedo a las represalias de los acosadores, la vergüenza y la falta de implicación de los colegios no ayudan demasiado a que el niño acosado cuente lo que pasa.
Pero ya lo aberrante llega con la reacción que acaba de tener la fiscalía de Palma ante el último caso del terrible caso de acoso del que hemos tenido noticia. Ahora resulta que el acoso se mide por las "lesiones físicas" que sufra el acosado y, de no existir lesiones graves, no existirá tal acoso para la justicia. Partiendo de la base de que dudo mucho que una niña sea ingresada en un hospital por gusto, ¿qué pasa entonces con las secuelas psicológicas? Esas secuelas no hacen mella física visible, pero son aún más graves que las secuelas físicas. Las secuelas físicas normalmente se curan, las psicológicas hay veces que no se curan nunca.
Este fiscal nos acaba de decir a todos los padres que debemos tomarnos la justicia por nuestra mano. Si alguno de mis hijos sufriera lo que ha sufrido esta niña, y viendo la respuesta de la justicia, la justicia me la tomaría yo. No permitiría que mis hijos sufrieran ni un minuto más el acoso de gentuza a diario en el colegio. No permitiría alargar en el tiempo un sufrimiento que le puede repercutir toda la vida, e incluso acabar con ella. Captado el mensaje, querido fiscal, ya tomaremos cartas en el asunto los padres. Cueste lo que cueste.
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