Pablo Iglesias es un caradura, un populista con mucho morro de los que va adaptando su discurso (previamente memorizado) a las exigencias del guión y que no tiene inconveniente en improvisar e inventarse cualquier cosa cuando algo se sale de lo previsto. Y si tiene que contradecirse en la misma frase lo hace sin ruborizarse, y si tiene que cambiar el currículum de alguien no habrá problema. Algo que ha hecho en las últimas horas.
Empezó en la noche del domingo, en el cara a cara con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Cuando Iglesias criticaba al gobierno de Arabia Saudí, las relaciones con la Casa Real española y la venta de armas, Jordi Évole le espetó diciéndole que el alcalde de Cádiz, el podemita Kichi, se manifestó a favor de la contratación de cinco embarcaciones de guerra para Arabia Saudí a construir en su Ciudad, a lo que sorprendentemente Iglesias contestó diciendo que el alcalde de Cádiz habría pensado en la generación de empleo, y tras darse cuenta de su metedura de pata siguió con su memorizado discurso de crítica. Un claro ejemplo de coherencia el de Pablo Iglesias que dice mucho de lo manipulador que es.
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