Leído en http://gaceta.es/ el 26 de Enero de 2016
En una flagrante campaña de desinformación, las cabeceras de la mayoría mediática, empezando por El país, y en sorprendente sintonía con el Parlamento Europeo, han encontrado un nuevo “enemigo interior” al que golpear: ya no Hungría, sino Polonia. ¿Por qué? Según el acta de acusación, porque el gobierno polaco –casualmente, en manos del partido católico, conservador y popular Ley y Justicia- pretende limitar libertades públicas, “purgar” los medios de comunicación públicos y reformar la Constitución para, oh, escándalo, blindar asuntos como el derecho a la vida o el matrimonio natural. La ofensiva ha llegado al extremo de organizar un debate inquisitorial en el Parlamento Europeo -bochornosa, por cierto, la perorata de González Pons- y ha venido acompañada por los inevitables artículos “comprometidos” en los medios oficiales del desorden establecido. El país llega incluso a acusar al gobierno polaco de alentar un proyecto “fascista, corporativo y de partido único”.
En realidad, el gobierno polaco de la señora Beata Szydlo jamás se ha propuesto semejantes cosas. Nunca ha limitado libertades públicas. Tampoco ha “purgado” medios de comunicación públicos; quien lo hizo fue más bien su predecesor, Donald Tusk, hoy recompensado con la presidencia del Consejo Europeo. En cuanto a blindar asuntos como el derecho a la vida o el matrimonio natural, no se entiende dónde está el pecado si la mayoría del pueblo polaco es partidaria de ello. Lo que ocurre es que el gobierno de Ley y Justicia ha retirado las subvenciones a la prensa oficialista, casualmente vinculada al ex presidente Tusk, y que era la única –la única- que recibía cuantiosas ayudas gubernamentales. Ahora tendrá que competir en condiciones de igualdad con otros medios. Es comprensible que tamaño desafío resulte escandaloso para medios como El País o El Periódico, acostumbrados a sustentar su hegemonía sobre el trato de privilegio frente a la prensa libre, pero cabe recordar que el mercado sólo es justo si se compite en condiciones de igualdad. ¿Tan difícil le resulta a El país entenderlo? Sí, por supuesto.
Ocurre, además, que el gobierno de Ley y Justicia, en una atmósfera de grave crisis económica y social, pretende salvaguardar derechos sociales al margen de los dictados de Bruselas, y seguramente aquí está la verdadera causa de tanta inquina. Ley y Justicia es un partido de derechas de verdad, es decir, popular y nacional, nacido de la oposición sindical al régimen comunista, y no está dispuesto a soportar que el espectacular crecimiento de los últimos años quiebre ni la cohesión social, ni la identidad cultural, ni la salud moral ni la voluntad soberana de la nación. A eso los medios del sistema lo llaman “euroescepticismo”, pero ¿hay algo más europeo que la soberanía nacional?
De manera que, al final, la campaña de la mayoría mediática contra el gobierno polaco obedece sólo a una razón: el gabinete Szydlo pretende preservar su derecho a aplicar las políticas soberanas, económicas y sociales que los propios polacos han decidido en las urnas. Y eso, hoy, es pecado. Cada vez más, la división izquierda/derecha está dejando paso, en Europa, a esta otra división entre los que quieren mantener competencias soberanas y los que prefieren sumergirse en el magma mundialista y tecnocrático en el que se ha enviscado la Unión de Bruselas. Es llamativo que la izquierda oficial, esa izquierda que siempre han representado medios como El país, opte por romper las soberanías nacionales y apueste por el poder sin rostro de las estructuras tecnocráticas. Lo que no sorprende es que, en la operación, recurra a la desinformación pura y simple. Y aún han de regocijarnos con más y mayores hazañas.
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