Leído en http://gaceta.es/ el 31 de Enero de 2016
"La situación de seguridad que estamos viviendo me lleva a la conclusión de que en unos pocos años podríamos estar en guerra", declara sin tapujos el general Anders Brännstrom en un documento filtrado a la prensa previo a una reunión del alto mando del país.
El enemigo, en principio, sería Rusia, del que se teme el supuesto expansionismo achacado a Putin y que tendría en su vecino escandinavo un blanco ideal por no pertenecer a la OTAN.
De hecho, Suecia no solo lleva más de dos siglos sin guerra -desde 1814, cuando se anexionó Noruega por las armas-, manteniendo una difícil neutralidad en las dos últimas guerras mundiales, sino que abandonó el servicio militar como consecuencia del fin de la Guerra Fría, a pesar de mantener su estrategia de "defensa total" pensada para disuadir a Rusia de una invasión.
Suecia lleva desde la última década del pasado siglo reduciendo su ejército hasta que, finalmente, en 2010 abolió el servicio militar en favor de tropas voluntarias. Pero en 2014 se revirtió esta tendencia desmilitarizadora como consecuencia de la crisis de Ucrania. Ese año, la Armada sueca llevó a cabo la costosa búsqueda de un supuesto submarino ruso en sus aguas que sembró el pánico en el país y que resultó una falsa alarma.
Suecia lleva el último año buscando el acercamiento con la Alianza Atlántica e intensificando los esfuerzos de cooperación militar con sus vecinos en vista a las crecientes tensiones en la zona del Báltico.
Preguntado por sus comentarios por el diario Aftonbladet, Brännstrom citó como causas de sus alarmantes aprensiones la posibilidad de que el IS realice campañas militares en Europa o de que Ucrania contagie a toda la zona su situación de inestabilidad hasta el punto de provocar in conflicto generalizado. De hecho, sugiere que la Tercera Guerra Mundial podría estar a la vuelta de la esquina: “Se pueden establecer paralelismos con los años Treinta, la incertidumbre y las dinámicas políticas que llevaron a una guerra mundial. En esa ocasión logramos mantenernos al margen. Pero no es en absoluto seguro que vayamos a lograrlo esta vez".
No deja de ser curioso que exprese tan preocupación sobre su seguridad un país como Suecia, que en los últimos años ha hecho tantos esfuerzos políticos por labrarse otro tipo de guerra: en este caso, civil. La sumisión de sus sucesivos gobiernos a los inmigrantes del Tercer Mundo, de los que ha recibido, en proporción a su población nativa, más que ningún otro país europeo en estos últimos años, ha alcanzado niveles absolutamente patológicos.
Su actitud ha convertido al país en el segundo del mundo en violaciones por habitante y ha trastocado la disparidad de sexos -varones por mujer- a niveles cercanos a los de China, además de crear guetos en los que los servicios públicos apenas se atreven a pisar y que causan constantes choques con los nativos.
El último ejemplo de esta deriva autodestructiva y masoquista se producía esta semana, cuando el Gobierno censuró la primera del diario británico Daily Mail, que informaba del fatal apuñalamiento de una joven voluntaria por parte de un joven somalí en un centro para refugiados menores de edad.
Por otra parte y lógicamente, no todos entre los suecos nativos están de acuerdo con este suicidio a plazo fijo de su pueblo, y la resistencia se está traduciendo en una subida alarmante en la intención de voto del partido antiinmigracionista, acusado de simpatías filonazis, los Demócratas Suecos, así como en la formación de bandas de autodefensa y la intensificación de la violencia radical.
La policía de Estocolmo anunció este fin de semana varios ataques de bandas organizadas contra centros de refugiados, ataques que con toda probabilidad se intensificarán a medida que crezcan los roces entre los recién llegados y la población local y el gobierno siga favoreciendo a los primeros.
Europa está sentenciada por una actitud enloquecida de desprecio a su identidad y a sus poblaciones nativas, pero Suecia es, quizá, la sociedad que más ha avanzado en esa dirección y el país en el que debemos fijarnos para contemplar nuestro probable futuro.
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