El cuarto oscuro

El cerebro es ese gran compartimento estanco donde guardamos todos nuestros conocimientos y recuerdos, tanto los buenos como los malos. Los malos los vamos dejando como en una especie de cuarto oscuro y abandonado que dejamos siempre cerrado con una llave que siempre procuramos dejarla lo más alejada posible.

Los malos recuerdos, aún así, siempre están ahí cuando abres ese cuarto oscuro para dejar encerrado al siguiente. Aparece, le miras de reojo cuando intenta salir al mismo tiempo que vuelves a cerrar la puerta de un portazo e intentas hacer como que no lo has visto.

Son esos recuerdos que te hacen sufrir, que te ponen la piel de gallina y que provocan pequeños vuelcos del estómago cuando encierras el siguiente. Son esos malos recuerdos que, a pesar de todo, han forjado tu personalidad de los últimos años y que te han convertido en la persona que eres actualmente.

Malos recuerdos a los que agradeces, sin embargo, que te hayan ayudado a encontrar un nuevo camino, cruzarte con nuevas personas y situaciones de vida que, de lo contrario, nunca habrías encontrado.