La nueva política de fomentar la estupidez

La verdad es que si hubiera un campeonato mundial de la estupidez algunos de los componentes de la nueva hornada política española podrían ocupar los primeros puestos a nivel mundial, incluso interplanetaria si hubiera vida en otras galaxias. Leo con asombro que 8554 personas han firmado un documento para pedir el indulto para el macarra de Podemos, Andrés Bódalo, acusado de golpear a un concejal del PSOE, ayudado por unos cuantos cobardes como él.

Todo esto me empieza a generar una serie de dudas bastante razonables, a mi modo de ver. La principal duda es que ya creo encontrarme en un programa televisivo con cámara oculta, tipo "El show de Truman" y que algún día llegaré con mi velero a pegar con la pared camuflada de los estudios de grabación. Tal es mi asombro ante esta época en la que la ignorancia, la estupidez y la indecencia se exaltan como grandes virtudes que no puedo imaginarme vivir en una realidad, a no ser que sea paralela. Ni en el más absurdo de mis sueños, como esos en los que intentas gritar y no puedes o que intentas correr y no avanzas, aparecen personajes tan tontos como los que pueblan nuestra sociedad actual.

Yo, que creo muy poco en las casualidades, no creo que todo esto lo sea, más bien estoy pensando que es algo meditado y pensado para provocar precisamente todo lo que está sucediendo en estos momentos. El nivel es muy bajo y no hay nada más fructífero y perverso que hacer creer a un tonto que es listo y fomentar esa tontería hasta niveles en que le fuera imprescindible llevar un babero hasta para dormir. 8554 personas que firman libremente, entiendo, para pedir el indulto de un violento y un condenado delincuente que ejerce la violencia para acabar con la libertad de expresión de los demás son demasiadas. Quiero pensar en que llegará un día en que la mayoría despertará de su letargo cerebral y sucederá como cuando Hitler fue vencido por las fuerzas aliadas. Los alemanas recuperaron su cordura, no sin antes haber visto con sus ojos todas las barbaridades que sus votos habían provocado.

Con todo esto está quedando más que probado que la nueva política cala, no con la fuerza de la razón, si no con la fuerza de la estupidez y la violencia. Esa fuerza irracional y tan peligrosa que puede provocar que cualquier acto violento sea justificado y aplaudido en función de quien sea la víctima o quien sea el culpable.