A pesar de su inicial desconfianza Juan parecía un hombre amable. Invitó a Carlos a subirse al tractor él primero, no sin antes pedirle que tuviera cuidado de no tocar nada con el movimiento. No preguntaba demasiado, simplemente comentaba banalidades, hablaba del tiempo pero no cometió la imprudencia de preguntar demasiadas cosas sobre Carlos. No tenía demasiadas explicaciones lógicas para explicar qué hacía allí. No lógicas para los demás, él lo tenía muy claro, pero sabía que la gente no lo entendería, y menos un completo desconocido.
El viaje fue tranquilo y agradable y transcurrió por esos caminos por los que los agricultores acceden a sus tierras. Parecía que todo se conjuraba para que Carlos tuviera el mínimo contacto posible con el asfalto, del que estaba tan cansado. Poco a poco Juan fue hablando algo más. Le explicaba que eran muy pocos vecinos en el pueblo y que la mayoría de ellos eran o jubilados, o agricultores. Era extraña la tranquilidad que sentía Carlos, a pesar de no tener claro dónde y cómo pasaría la noche, pero llevaba unos días que ese tipo de cosas no le preocupaban demasiado. Nunca se le habría ocurrido irse de vacaciones sin tener contratado un hotel, pero en esos momentos ese era un tema completamente irrelevante para él.
Al llegar al bar las pocas personas que estaban dentro giraron su cabeza a la vez para mirar al desconocido. Carlos agradeció la protección de la compañía de Juan, al que había invitado a tomar algo con él, la sensación de que todo el mundo le observara no le gustaba demasiado. La cerveza que le pusieron en el bar le pareció la mejor bebida del mundo, echaba de menos un buen trago de cerveza, después de tantas horas de marcha. Juan pidió lo mismo y a medida que la iba bebiendo se fue sintiendo más cómodo y cercano a Carlos hablando cada vez más. Le habló de su edad, le habló de su familia, le habló del campo, pero demostró ser un hombre muy prudente al no preguntar demasiado sobre Carlos. Carlos agradeció ese detalle, llevaba mucho tiempo sin gustarle nada dar explicaciones sobre su vida a nadie.
Había pocas opciones de comida en el bar, no estaban acostumbrados a servir nada de comer en un pueblo al que visitaba muy poca gente forastera. Por más que insistió, Juan no quiso acompañarle y comerse un bocadillo con él. Eso a Carlos le resultaba algo incómodo, no le gustaba comer y que no lo hicieran a su alrededor, una de sus muchas manías. El tiempo pasaba y cada vez se acercaba más la decisión de donde dormir. Juan se lo puso fácil ofreciéndole su casa por esa noche. Se conocían desde hacía una hora y ya le había ofrecido su casa, algo que Carlos agradeció y aceptó gustoso. Carlos, se preguntaba si él en la situación de Juan habría hecho lo mismo. Prefirió pensar que si, aunque no se le hubiera dado nunca el caso y tener sus grandes dudas sobre ello.
Después de tanto tiempo sin querer saber nada de nadie, Carlos, se vio gratamente sorprendido con la actitud de Juan. Los últimos tiempos estaban siendo muy duros y eso le provocaba un rechazo hacia casi todo el mundo que le rodeaba. Juan le demostró, sin saberlo, que estaba en un error. Se dio cuenta que todavía quedaba gente amable y generosa por el mundo, que abría su casa a un desconocido para evitar que durmiera a la intemperie.
Todo eso provocaba que Carlos se alegrara cada vez más de haber decidido emprender su ruta. No sólo le estaba sirviendo a él para encontrarse mejor física y mentalmente, también le estaba generando una especie de reconciliación con las cosas que se iba encontrando a su alrededor. En este caso con gente como Juan.
Después de despedirse de todo el mundo en el bar y dejar pagada alguna ronda, Juan invitó a Carlos a subirse de nuevo al tractor, se dirigirían a su casa. La casa de Juan era una de esas casas de pueblo que hay ahora, muy grande pero sin muchas pretensiones estéticas, más práctica que bonita. Tenía un gran portón de entrada al garaje para que pudiera guardar su tractor allí, encontrándose la puerta de entrada a la casa en lo que sería una segunda planta.
A la ventana estaba ya asomada María, mujer de Juan, de la que ya había hablado este a Carlos y a la que, sorprendéntemente, no le produjo sorpresa alguna la presencia de ese desconocido en su casa. De alguna forma Juan ya había informado de todo a María sin que Carlos se enterara, probablemente cuando decidió ir al baño. María parecía amable y simpática, Una mujer muy guapa, e incluso sensual, que parecía querer ocuiltarlo areglándose lo justo y usando una ropa que provocaba que le sacara poco partido a su belleza. El saludo entre Juan y ella no me resultó demasiado afectuoso, pasando este a sentarse a la mesa, ya preparada, con un simple hola. María era de esas mujeres que hacían que te sintieras cómodo en casa según entrabas por la puerta. Todo eso, y la vista de un buen plato caliente en la mesa, hicieron a Juan sentirse más cómodo en una casa en la que no conocía a nadie. Sólo encontró algo que le haría sentirse algo incómodo, María al contrario que Juan, no hacía gala de ser demasiado prudente y le iba a hacer muchas preguntas.
Continua
Continua
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