Buenos días señor, que pase un buen día señor...gracias señor
Me he levantado como todos los sábados, a la hora que me he despertado. Me da igual si es pronto o tarde, si llueve o hace sol, me despierto y me levanto. Me he aseado, me he puesto mis eternos vaqueros cortos de estar por casa y he pegado un vistazo a las habitaciones de los niños. Todo bien, todo en regla, completamente dormidos. Tranquilidad, música a un volumen bajo para no despertarles y una buena taza de café con leche caliente y sin azúcar. A ver las noticias de hoy, a charlar con mis compañeros de "El Diestro" y más música. No, la que he puesto hoy no me gusta, me apetece más música de los 80, de las lentas a ser posible. Qué tranquilidad, me encanta ese rato de soledad de los sábados por la mañana con mi música, mi café, mis compañeros y mis puritos.
Me sorprendo con el timbre de la puerta un sábado por la mañana y antes de las once. El sonido del timbre es de un solo toque, no insiste, como con prudencia, a pesar que tardo en abrir. Abro la puerta y me encuentro con dos adolescentes, no tendrían ni 17 años. Los dos muy aseados, los dos muy despiertos, los dos con corbata, jersey y abrigo, es una mañana fría.
- Hola buenos días señor. Disculpe que le molestemos en sábado señor, solo queremos entregarle este folleto. ¿No le importa?
- No, claro que no, ¿qué es?
- Es por si siente curiosidad y alguna vez se ha preguntado por qué permite Dios que suframos y si se lo ha preguntado alguna vez para ver si esto consigue ayudarle a encontrar respuestas. ¿Lo leerá, señor?
- Claro que sí lo voy a leer. ¿Cómo no voy a leer algo así y más cuando dos chicos tan jóvenes como vosotros se han tomado la molestia de levantarse pronto un sábado para ir explicando a la gente algo en lo que creen? Claro que lo leeré.
- Muchas gracias señor, es usted muy amable.
- No, vosotros sois los amables, da gusto ver a chicos de vuestra edad como vosotros. Tenéis que estar muy orgullosos de vosotros mismos porque además os vais a encontrar con muy malas caras y peores contestaciones cuando llaméis a otras puertas. Que tengáis suerte chicos.
- Muchas gracias señor. Que pase usted un feliz fin de semana y que sea muy feliz.
Estaba oyendo la música que me apetecía, estaba en uno de mis mejores momentos de la semana, el del solitario sábado por la mañana musical y vinieron ellos. Vinieron estos dos chicos a demostrarme que con gente como ellos es posible odiar al mundo un poco menos, es más, se le puede hasta querer. ¿Qué más da la religión de la que se trate? ¿Qué más da como llamen ellos a su Dios? ¿Qué más da estar o no estar de acuerdo con lo que crean? Ellos han convertido mi placentero sábado por la mañana en una mañana un poco mejor.
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