Los vendedores, los vencedores y los vencidos.

Ya está bien de vender motos sin ruedas, de vender aviones sin alas y de vender mentiras y falsedades envueltas en papel de regalo. Ya está bien de hablar de derrota del terrorismo, de victorias de los demócratas. Ya está  bien de no llamar a las cosas por su nombre para que suenen mejor. Ya está bien de mentir sin limitaciones pensando que se lo dicen a tontos. Ya está bien de considerarnos siervos sin cerebro, tenemos dos ojos, dos oídos y un cerebro, lo que vemos es lo que vemos y no hay otra.

Lo peor de la rendición descarada del estado ante ETA es la consigna que nos están intentando vender. Los políticos, como si de un mal vendedor se tratara, nos está vendiendo un producto podrido a precio de producto fresco y de calidad. Nos está vendiendo una victoria que sólo es válida si los que matan acaban sus días en la cárcel. Nos están mintiendo de una forma tan descarada que ya empieza a dar asco.

Y lo peor de todo es ver a los asesinos, vencedores, por desgracia vencedores, paseando el palmito como si fueran unos famosillos de tres al cuarto de Herriko Taberna en Herriko Taberna, con la cara bien alta y recibiendo palmaditas en la espalda. Que sean las víctimas, los familiares de aquellos a los que han matado, los que tengan que agachar la cabeza y no estén protegidos por sus políticos es algo completamente surrealista. Que sean las víctimas del terrorismo y, por añadidura el resto de los ciudadanos que estamos con ellas, los perdedores es algo completamente demencial. Que seamos los vencidos los que hemos pagado con vidas y con dinero los actos de esta gentuza es algo que deseo que nuestros políticos traidores paguen algún día.

Es cierto, queridos políticos, en esta batalla ha habido vencedores y vencidos, ha habido unos vencedores y han sido los malos. Ha habido vencedores, vencidos y vendedores, los vendedores sois vosotros, políticos desmemoriados. Por cierto, en un negocio, si una de las dos partes no cumple su trato la otra parte no está obligada a cumplir su parte del trato. Tiene que llegar el momento en que si los políticos no cumplen su parte nosotros no tengamos porqué cumplir la nuestra, ya está bien.