Recordando Filipinas.

La naturaleza ha vuelto a hacer de las suyas, un tifón de unas dimensiones extraordinarias ha azotado Filipinas. Las consecuencias han sido devastadoras, terribles y todavía está por cuantificar el número de muertos que esta desgracia se ha llevado por delante. Parece que la naturaleza es especialmente cruel siempre con la gente que menos tiene.

Es sobrecogedor ver las imágenes emitidas por televisión, esa lluvia, esos edificios, esas palmeras azotados por la lluvia y por el viento. Es terrible e inimaginable todo lo que una tormenta de grandes dimensiones es capaz de destruir. Ver las calles llenas de muertos es una imagen dantesca, tiene que ser terrible para los supervivientes ver los cuerpos de sus familiares y darse cuenta que ya no están con ellos. Pero todavía tiene que ser más terrible si eres un niño y los cuerpos que están a tu lado son los de tus padres, el desamparo tiene que ser total.

Es duro decirlo, pero si alguien ha muerto ya no hay nada que hacer por él, eso ya es definitivo. La preocupación de todo el mundo tiene que ser ahora ocuparse de los vivos, tanto de los heridos como de los ilesos y especialmente si estos son niños. Ha emitido la televisión unas imágenes terribles en las que se veía a un grupo de niños, que no tendrían más de tres años, solos y que estaban temblando de frío y llorando. Pero lo más terrible es lo que les espera a esos niños si no nos ocupamos urgentemente de ellos, no sólo el hambre o las enfermedades, se teme la aparición de las mafias que aprovechan esta situación para explotar a estos niños. Que haya alguien parecido a un ser humano que haga este tipo de cosas es algo ni me entra ni me entrará  nunca en la cabeza.

El gobierno de Filipinas parece absolutamente desbordado desde el minuto cero de esta tragedia,pero en contra de lo que se espera de ellos debe reaccionar y atender a su población, sobre todo de esos niños indefensos. Ante la posible inacción del gobierno de Filipinas debe ser toda la comunidad internacional la que envíe ayuda y efectivos a Filipinas a la mayor brevedad posible. Es de suma urgencia ayudar a tiempo al mayor número de personas posibles y rescatar a esos niños de un futuro inmediato nada esperanzador.

Sobre todo y una de las cosas más importantes es que cuando haya pasado un mes nos sigamos acordando todos de Filipinas, es ese uno de los principales  motivos por los que escribo este artículo, no para que se acuerde quien lo lea si no para acordarme yo mismo. Este tipo de sucesos son terribles, pero lo más terrible es lo rápido que nos olvidamos todos de ellos y la falta de asistencia que, pasado poco tiempo, reciben estos países de la comunidad internacional. A las pruebas me remito.

¿Hay alguien que todavía se acuerde, por ejemplo, del terremoto de Haití?

¿En que situación sigue la población Haitiana?