Nunca más me quejaré de mi mala suerte.

Lo reconozco, yo hace unos años también lo hacía, en cuanto me encontraba con un amigo y me acababa de suceder algo malo acababa contándoselo, acababa casi recreándome en ello, parecía que me estaba recreando en aquel mal suceso que me había ocurrido, creo que lo utilizaba como una especie de terapia. Pero por fortuna nunca he tenido una desgracia terrible en que haya perdido a un ser querido, nada más que por causas naturales y siempre por la edad. Ni siquiera a mi, mi salud es buena y de momento no he tenido nunca ninguna enfermedad más allá de una ligera gripe o de un gran resfriado. Mis "desgracias", por así decirlo, siempre han tenido solución, siempre han sido superables.

Llegó un momento en mi vida en el que decidí no volver a hacerlo, esto ya ha sido hace mucho tiempo, y ahora prácticamente nadie se entera de cuando me sucede algo malo, me lo quedo yo para mi e intento solucionarlo yo, no hago participe a nadie de ello. No se si esto será mejor o peor que lo que hacía antes, pero antes yo veía dos problemas con eso. El primero es que si se lo contaba a alguien que me quería de verdad le iba a hacer sufrir cuando era posible que yo encontrara la solución. El segundo era que si se lo contaba a la persona equivocada quizás disfrutara de ello, hay mucha gente que es así, que disfruta con las desgracias ajenas. Pero ahora veo un tercer problema, y quizás más importante, con la cantidad de desgracias que se ven a tu alrededor, con situaciones terribles, me daría vergüenza contar mis pequeñas desgracias, me parece hasta un poco egoísta.

Recientemente ha habido una desgracia terrible en una casa rural de Burgos, como consecuencia de ella han fallecido seis miembros de una misma familia, tres de ellos niños de entre cuatro y seis años. Uno de los supervivientes es un hombre que ha perdido, con esta tragedia, a dos de sus hijos y a su esposa. Eso si que es terrible, eso tiene que ser prácticamente insuperable para ese hombre y, además, seguro que cuando pase el tiempo no se dedicará a hablarle de sus penas a todo el mundo. Una desgracia como esa a mi no me ha ocurrido nunca, y espero que nunca me ocurra porque yo creo que algo así no lo superaría nunca. Viendo todo esto lo primero que haces es acompañar en el sentimiento a esa pobre familia. Lo segundo es prometer que nunca más me quejaré de mi suerte, por lo menos en público.