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Bebiendo



Carlos se sobresaltó al escuchar la voz de María. No se veía casi nada, pero cuando sus ojos se acostumbraron a aquella penumbra distinguió la figura de María. Estaba recostada en un sofá, fumando y bebiendo una gran copa de vino. A cada sorbo se derramaba el vino por todas partes, incluso por su ropa. Fumaba un cigarrillo y simplemente repetía - ya lo sabes, tú también lo sabes. - La habitación estaba iluminada por una pequeña lámpara que apenas iluminaba el lugar donde se encontraba. Carlos se dirigió hacia ella y solo acertaba a preguntarle si se encontraba bien. María no respondía, miraba al infinito mientras bebía una y otra vez de esa gran copa de vino tinto. Carlos se encontraba en una situación surrealista para él, dos días en esa casa y cuántas cosas habían pasado. Pareciera haber pasado toda una vida. Se preguntaba una y mil veces si había hecho bien convenciendo a Juan para que le contara la verdad a María.

De pronto María pareció recobrar algo de lucidez y pasó de mirar al infinito a mirar a Carlos. Le miró, le sonrió y solo acertó a decirle que Juan se había ido, sin más. A Carlos se le cambió completamente el rostro, ¿qué había hecho? ¿En qué clase de lío había metido a esa pareja con sus consejos? ¿En qué clase de lío se estaba metiendo él? María pareció reconfortarse viendo a Carlos e, intuyendo su preocupación, solo le decía que no era culpa suya, que no era culpa de nadie. Que algo así se veía venir. Poco a poco, a pesar de seguir bebiendo, fue recobrando la compostura. Se incorporó en el sillón para acomodarse un poco mejor y miró a Carlos sonriendo. Con una sonrisa de melancolía y de tristeza que enrojecían sus preciosos ojos verdes. María era una mujer bella aún estando triste.

- Juan se ha ido. Repitió María. Me lo ha contado todo, me ha contado que tiene otra hija. Me he enfadado muchísimo y me ha dicho que lo mejor es que nos separáramos un tiempo. Se ha ido a dormir a un hotel. ¿Quieres vino, Carlos?
- Lo siento mucho María, no sabes cuánto lo siento. Si, voy por una copa. Te acompañaré con el vino.
- Si Carlos, bebe conmigo. Acompáñame.

Carlos cogió una copa y se sirvió de la botella de María. Ya quedaba poco vino con lo que se pudo hacer a la idea de la gran cantidad que había bebido María. Ella, observando que la botella se estaba acabando se levantó a por otra. Carlos intentó impedirlo diciéndole que por él no era necesario, que con eso tenía suficiente. A lo que María contestó que ella no. Cuando se dirigía a coger otra botella sus pasos serpenteantes delataban que el vino ya había empezado a hacer su efecto. Al poco tiempo volvió con otra botella recién descorchada.

- ¡Que siga la fiesta!
- María, ¿no estarás bebiendo demasiado?
- Que va, Carlos. Yo aguanto todo esto y más.
- ¿Estás bien? - Preguntó Carlos como temiendo obtener una respuesta a aquella pregunta.
- No, Carlos. No estoy bien. ¿Cómo voy a estar bien?
- Si, claro. Es normal. 

Carlos sintió cierta vergüenza por aquella pregunta absurda, pero es que en realidad no sabía que decir. No sabía como podría tranquilizar a María, no sabía como podría calmarla y consolarla. Era evidente que había llorado y era más evidente todavía que volvería a hacerlo. 

- Juan y yo estamos juntos desde que eramos niños. Yo no he estado con ningún otro hombre que no fuera Juan y, hasta hoy, yo pensaba que él tampoco había estado con ninguna otra mujer. Pero hoy me entero de lo equivocada que estaba. Hoy me entero de golpe, y en un solo día, que no solo ha estado con otra mujer. Me entero también que ha tenido una niña con ella. ¿Te parece eso normal, Carlos?
- No María, no lo es.
- Pero es que, además, resulta que él ha estado con otra mujer y por su forma de explicarlo parece que es por mi culpa. Que una pareja discuta, que una pareja tenga una mala racha no quiere decir que haya vía libre. No quiere decir que él se tenga que ir con otra. Yo no lo hice. Era lo que menos me apetecía del mundo en aquellos momentos. Pero a él parece que si. Parece que era algo necesario. Al final resulta que me ha sido infiel por mi culpa.
- No creo que haya querido decir eso, María.
- Pues si no lo ha querido decir lo ha disimulado bastante mal. ¿Y ahora qué se supone que tengo que hacer yo? ¿Separarme? ¿Quedarme callada como si no hubiera pasado nada? Dios, y con una pequeña niña de por medio que es la que menos culpa tiene.

Carlos no hablaba, no decía nada. No sabía qué decir y no creía que fuera el momento oportuno. Era el momento de intentar calmar a María, era el momento de intentar apaciguarla un poco, pero nada más podría decir que no complicara las cosas. Intentaba no mirar con pena a aquella mujer que ayer le había parecido tan alegre y fuerte y que hoy estaba tan abatida.

María llenaba su copa continuamente y hacía lo mismo con la de Carlos. Ella llevaba bebiendo más tiempo que él y se le notaba cada vez más bebida, pero Carlos no le iba demasiado a la zaga. La situación, el no saber que decir y la tristeza que le provocaba todo aquello le hacían beber cada vez más. Hablaban del problema de Juan, hablaban de su matrimonio, hablaban de Carlos y hablaban de María. Hablaron de sus cosas, de sus miedos, de sus anhelos, hablaron de todo y siempre regado con aquel vino que cada vez sabía mejor. Y mientras hablaban se tocaban el uno al otro, mientras más hablaban y más bebían más a gusto estaban el uno con el otro. Cada vez estaban más cerca el uno del otro y cada vez era más habitual que sus manos se rozaran, que él o ella pusiera su mano encima de la pierna del otro. Bebieron y hablaron hasta que los dos acabaron completamente borrachos.

Continua


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