Cada vez que Eduardo entraba en la sala de juntas miraba a su alredeor y pensaba lo mismo. Pensaba en lo rápido que había evolucionado el partido. De aquel oscuro local de barrio en el que no cabía ni un alma. Con aquel olor a humedad y a cañería, a este lujoso edificio del centro de Madrid con tres plantas alquiladas por el partido. Entrar y ver aquella majestuosa y funcional sala de juntas con más de cuarenta metros cuadrados le parecía mentira. No quería olvidar aquel oscuro local con olor a humedad porque era parte de sus orígenes. Aquellos en los que se juntaron tantos amigos, conocidos y gente afín con muchas ideas, con mucha ilusión y con pocos medios. Aquel en el que se empezaron a fraguar las primeras ideas que tanto irían gustando a la gente después. Aquellas ideas que, en principio, parecían pensadas por cuatro locos soñadores y que tanto habían encajado con lo que pensaba la gente en general.
La mayoría de la gente nunca da un paso al frente. Todos tienen sus ideas, pero nadie se atreve a exponerlas por miedo, unas veces, por vergüenza, otras, y por no saber como hacerlo, la mayoría. Ellos, Eduardo y sus compañeros, se consideraban a sí mismos locos al principio. No creían que unos don nadie pudieran hacer nada contra el sistema establecido, se sentían como pequeños granos de arena en un desierto. O seguían el dictado de los demás, de los que mandaban sin expresar realmente lo que pensaban o no llegarían a nada. Y decidieron que no, que no podía ser así que con sus ideas irían donde hiciera falta y que, si la gente no les apoyaba, no tendrían más remedio que desaparecer. Pero lo que tenían claro es que nunca cambiarían de ideas por muy políticamente incorrectas o impopulares que estas fueran.
Y allí se encontraban en aquel momento, en aquel nuevo edificio que habían conseguido alquilar gracias a los apoyos de muchos. Gracias a decir a la gente lo que le pasaba, cuál era el origen de todos sus males y cuales podrían ser las soluciones. Allí se encontraban todos los que empezaron, y alguno que se había apuntado más tarde queriendo formar parte de aquel caballo que, parecía, podría acabar siendo ganador.
Le esperaban todos los miembros del comité nacional con cara de alegría contenida. Con muchas ganas de vender un oso que todavía no estaba cazado y con el convencimiento casi absoluto, de que en aquellos momentos no entraba en la sala el Eduardo García que todos conocían. Estaba entrando el casi seguro nuevo presidente del gobierno que daría la vuelta al país como un calcetín. Su entrada en la sala acabó con las conversaciones que todos mantenían en pie en pequeños grupos. A su saludo de "buenas noches chicos", todos respondieron sentándose inmediatamente cada uno en su asiento. Allí estaban sus conocidos de siempre, ya casi íntimos, y algún que otro desconocido del que todavía no acababa de fiarse.
- Bueno, ¿Y cómo van las cosas? - Inquirió Eduardo
Esa pregunta, que Eduardo hacía como en general, tenía un único destinatario, Pedro. Pedro Alonso, era el secretario de comunicación del partido. Muy bien relacionado a nivel institucional y muy bien relacionado, también, con la mayoría de medios de comunicación. Tenía muy buenos contactos y manejaba muy buena información siempre, pero Eduardo no confiaba demasiado en él. Era un hombre muy ambicioso, con muchas ganas de conseguir poder y alcanzar los puestos más altos. Su ambición no tenía límites y, Eduardo, tenía claro que no era demasiado de fiar. Pero en esos momentos, sus contactos, eran muy necesarios. Le llegaba información con mucha antelación y, si les afectaba a ellos, podían tener el tiempo suficiente como para saber cómo manejarla.
- Pues mira Eduardo, - contestó Pedro - parece que todas las encuestas a pie de urna son muy similares a las que manejábamos antes. Estamos a unos diez puntos por delante del segundo partido que, según parece, sorprendéntemente va a ser el partido de los morados. Es muy probable que con estos datos consigamos mayoría absoluta. Y es prácticamente seguro que tú serás el nuevo presidente del Gobierno. ¡Enhorabuena!
- Gracias Pedro, pero no me gusta adelantarme a los acontecimientos. Prefiero esperar a resultados definitivos para empezar a alegrarme y así podamos felicitarnos todos. ¿Qué dice la prensa?
- La prensa se pregunta cómo lo vamos a hacer para cambiar tantas cosas sin provocar un quebranto. Ya sabes, no entienden aquello de bajar impuestos y tener más ingresos.-Contestó Pedro-
- Bueno,eso ya lo sabíamos. Nada nuevo en un país tan acostumbrado a que les frían a impuestos. Lo iremos explicando poco a poco y, si las encuestas se confirman, lo demostraremos.
No había tenido casi tiempo de acabar Eduardo su última frase cuando Silvia entró en la sala de juntas casi sofocada.
- Empiezan a salir los primeros resultados. Os enciendo la televisión para que los vayáis siguiendo.
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