Los parados no necesitan contratos

Cuando hace ya muchos años pasé unas vacaciones en Túnez una de las visitas turísticas obligadas era dar un  paseo en camello por el desierto del Sahara, estaba avanzada la tarde pero, aún así, el calor era insoportable. Los avispados guías tunecinos, conocedores del horrible calor, llevaban unas botellas de Coca Cola que obviamente estaban a temperatura ambiente y que nos vendían por un euro. Los pobres hombres lo hacían con la mejor intención del mundo, la de ganar un dinerillo, pero la Coca Cola estaba asquerosamente caliente.

Aunque no me gustó nada, lo poco que bebí no me lo pude tragar, me pareció más lógico que nos vendieran eso que no que nos hubieran intentado vender una taza de chocolate con churros o una estufa.

Hay veces que los razonamientos obvios parecen tontos pero parece que a la ministra de trabajo doña Fátima Bañez le va la marcha y prefiere tomar medidas ilógicas antes que medidas obvias. Lo obvio en un país donde hay casi seis millones de parados es que la burocracia se haga lo más flexible posible para facilitar la contratación y que las empresas no se pierdan en montañas de papeleos cada vez que intentan contratar a un trabajador.

En estos últimos días la señora ministra nos ha dicho que se pasaba de los 41 tipos de contratos de trabajo existentes a solamente 5. Pues bien esto que parecía una buena noticia, en principio, también tiene su trampa. Los 41 tipos de contrato de trabajo distintos seguirán existiendo, lo que se ha reducido a 5 son los formularios administrativos para escoger entre esa infinidad de tipos de contrato. Esto es a la mona se la ha vestido de seda pero mona se ha quedado. Un autónomo o PYME que pretenda contratar a un trabajador se volverá igual de loco para elegir que tipo de contrato es el que más le conviene, otra cosa es que el formulario a rellenar se haya reducido. Horroroso para un país con tantos millones de parados.

Si la señora Bañez hubiera sido guía turístico en el desierto del Sahara, seguramente me habría dado a elegir entre un chocolate caliente, una sopa castellana o quizás una manta eléctrica.