Los ciegos de la Justicia en España

Hay un refrán muy español que dice que los problemas nunca vienen solos, éste, como casi todo el refranero español está muy cargado de razón. La crisis que llevamos sufriendo desde hace ya bastantes años está provocando que otros problemas, que permanecían ahí como dormidos, estén saliendo a la luz: corrupción, independentismo, violencia, protestas ilegales, robos, simpatizantes de terroristas...

Cuando ocurren todas estas cosas llega el momento de la actuación policial y de la posterior intervención de la justicia. Es ahí, cuando interviene la justicia, cuando todo se desmorona. Se habla de lentitud de la justicia, cierto es, pero no es ese el problema, más vale tarde que nunca. El verdadero problema es la interpretación de las leyes que hacen los jueces. 

Yo no soy ningún jurista, ni quiero serlo, pero cuando la justicia tiene que dictar alguna sentencia de los problemas que he enumerado antes parece hacer lo contrario a lo que nos dictaría la razón a cualquiera de nosotros. A los políticos corruptos les cae la menor de las penas o les deja libres sin más, a los partidos políticos proetarras los legaliza y permite que ocupen escaños incluso en el parlamento español, a los violentos activistas que se movilizan en manifestaciones de protesta les libera al día siguiente de detenerlos, a los políticos que a modo de Robin Hood se dedican a robar en supermercados ni siquiera les juzga.

Esta cobardía e interpretación de las leyes tan benévola sólo se da con personajes públicos o que gracias a sus fechorías se han convertido en unos personajes mediáticos. Cuando la justicia actúa contra personas anónimas, con delitos mucho menores la justicia benévola se convierte en dura y ejemplarizante. Es contra este tipo de personas contra las que carga las tintas, no tienen detrás a ningún colectivo, a ningún partido político o a ningún medio de comunicación que de publicidad al asunto y que ponga el grito en el cielo.

Desde mi absoluto desconocimiento en cuanto al derecho se refiere opino desde mi lógica. Cuando un etarra, un independentista, un político o un simple delincuente comete un delito y no es castigado con severidad él y sus compañeros de fechorías pierden el miedo a seguir cometiendo delitos. La justicia española no es ciega, está llena de ciegos que, además de serlo, se niegan a ver.