La costumbre que hay en España de hablar bien de alguien sólo cuando acaba de morirse no se si sólo se dará aquí, me imagino que no, pero me parece bastante injusta tanto para el que se muere como para los de su alrededor. Acaba de fallecer el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, los comentarios que he oído de él tras su fallecimiento a mi, personalmente, me han sorprendido. Me han sorprendido porque la mayoría de los comentarios que he escuchado sobre él vienen de gente muy contraria a su ideología política y hablan maravillas de este hombre.
Ahora está sucediendo lo mismo con Adolfo Suárez que, aunque en el momento de escribir estas líneas no haya fallecido, lo hará en breve, según la información facilitada por su propia familia. El reconocimiento hacia Suárez viene incluso del PSOE, hablan maravillas de él los socialistas aunque en su momento dijeron auténticas barbaridades. Mi opinión personal sobre Suárez es positiva, con sus luces y con sus sombras, pero en general positiva.
Volviendo a esa costumbre de hablar bien de alguien sólo cuando se muere y a lo injusta que me parece, me voy a explicar. Es obvio que para el interesado es injusta puesto que a todos nos gusta que se hable bien de nosotros y es una faena que se haga sobre todo cuando no nos vamos a enterar. Y para los que no conocimos personalmente a esas personas el oír esas maravillas el día de su fallecimiento nos provoca una sensación como de habernos perdido algo bueno.
Pero también me parece bastante injusto cuando se muere un sinvergüenza, un sinvergüenza lo es incluso después de muerto. Que haya gente intentando hablar bien de alguien que ha sido toda la vida un impresentable sólo porque ha muerto me parece igual de injusto. Que alguien intente ensalzar a un personaje así después de morir me parece una tomadura de pelo, si ha sido un sinvergüenza toda la vida, una vez muerto, lo seguirá siendo y a mi no me dará ninguna pena.
La muerte es de las pocas cosas que tenemos en común todos los seres humanos, todos nacemos sabiendo que vamos a morir. Es en vida donde tenemos que demostrar quienes somos y como queremos que se nos recuerde, de poco sirven los premios o los castigos cuando estás muerto. Hay que tener menos hipocresía y mucha más naturalidad al tratar a las personas. La gente, y sobre todo la gente buena, debe ser reconocida siempre por todos, sobre todo cuando aún están vivos.
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