Yo he crecido, como casi todo el mundo, con una educación en la que la religión era una parte fundamental de la misma. He tenido muy presente siempre no pecar, tanto si eran pecados veniales como pecados mortales. Me he confesado, le he contado al sacerdote mis faltas, he tenido épocas de mi vida de misa todos los domingos e incluso alguna fiesta de guardar. He estudiado en un colegio de Jesuitas y mi padre espiritual, en alguna de sus charlas, me ha explicado cosas que ni el mayor creyente menor de dieciocho años ahora prestaría ni siquiera atención.
Esto es, la mayor parte de mi vida se ha desarrollado teniendo muy presente la religión y a Dios. No he tenido desgracias personales en mi vida, especialmente graves, no he perdido a ningún ser querido en ninguna situación trágica, salvo desgracias que no son inesperadas, las motivadas por la edad. Pero mi vida, de un tiempo a esta parte, me está resultando especialmente difícil por circunstancias que ya reflejé en el primer post que escribí en este blog. Esas circunstancias han provocado en mi un alejamiento, prácticamente total, de la religión. No sabría explicarlo exactamente pero la primera de las consecuencias, el primer cambio radical que sufrió mi vida a partir de esas circunstancias fue un rechazo tanto a la religión como a Dios.
Yo soy de los que cree totalmente aquella frase de que todo lo que hagas de malo te vendrá de vuelta multiplicado. Durante estos años una de las preguntas que me he hecho siempre ha sido esa: ¿que habré hecho yo tan mal? EL caso es que ha debido de ser algo muy malo porque la vuelta ha sido dura, ha sido difícil. Pero por otro lado también pienso que tengo la suerte de contar con toda la gente que quiero cerca de mi y que, la gente que yo creía que me quería, ha dado su verdadera cara y me ha dado la espalda, eso siempre es bueno no tiene nada de malo, a esos no les quiero volver a ver ni en pintura. Además todo esto está sacando a la luz cosas de mi que yo no sabía que tuviera, tengo una capacidad de lucha, de aguante y de positividad que hace diez años no creí que tuviera. Aunque también tengo mis momentos de bajón, me imagino que los que tenemos casi todo el mundo.
El caso es que el otro día, y sin venir a cuento, mientras estaba tumbado en la cama a punto de dormirme me dí cuenta que había comenzado a rezar el Padre Nuestro, como antaño. En cuanto me di cuenta me surgió una frase espontánea en mi cerebro: "Hola de nuevo, no te prometo nada, pero venga va..." Comencé a rezar el Padre Nuestro como hacía años no lo hacía, yo sigo utilizando la palabra "deudores" en lugar de "ofenden". Efectivamente, no le prometo nada porque, para empezar, ahora mismo no se si al que se lo prometo me escucha, pero es que ahora mismo, para mi, ni siquiera existe. A mi me gustaría volver a creer, me gustaría volver a tener fe. Tendremos que empezar poniendo los dos algo de nuestra parte, yo quiero, veremos si Él también quiere.
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