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Tu bala que yo canto.

Los que tenemos cierta edad recordamos al gitano de la cabra. La cabra se subía en una silla, o en una escalera, en fin en un sitio estrecho y el gitano tocaba una música inaudible y totalmente desafinada con la cual la cabra se ponía a bailar, o más bien intentaba mantener el equilibrio, que en realidad ese era el supuesto baile. Pues eso es España señores, un país plagado de cabras a las que unos cuantos gitanos, sin ningún oído musical, intentan hacer bailar a su son, en realidad bailar no, más bien mantener el equilibrio, sobrevivir.

Pero hay muchas cabras, entre las que me incluyo, que ya no soportan la música de ninguno de los gitanos, ni de los antiguos, ni de los que ahora dicen haber ido al conservatorio. Hace un tiempo la intentábamos bailar para evitar algún que otro palo del enfurecido gitano que, en realidad, se ganaba la vida gracias a nosotros. Pero ahora no, ahora a pesar de recibir palos continuos todas esas cabras, que ya no bailamos, hemos decidido que en lugar de que el gitano nos elija a nosotros vamos a elegir nosotros al gitano. Y el gitano tiene que tocar la música que a nosotros nos guste, y si no nos gusta, pues nos buscamos a otro.

Sin embargo, lo que más me preocupa, es que todavía hay muchísimas cabras subidas y bailando. Les da igual que el gitano toque la pieza mal, lo único que quieren es que, aunque sea mal, les toque la pieza que ellos quieren oír. Y ahí siguen ellos, bailando como tontos y al son de un acorde totalmente desafinado a cambio de una simple promesa, la promesa de pasto verde y jugoso que de momento no llega y difícilmente lo hará. Y no les digas nada porque si se te ocurre criticar al gitano este no tendrá necesidad de mover un dedo, para eso está la cabra que, enfurecida, te va a enseñar sus cuernos para así defender a su amo, y ese supuesto pasto maravilloso.

Pues bien esa cabra que haga lo que quiera, que siga con el gitano cuentista y arrítmico todo el tiempo que quiera, pero a mi que no se le ocurra intentar que yo baile a su son. Yo tengo la libertad de bailar lo que quiera sin que nadie me obligue, faltaría más, y el que esté a la espera del pasto prometido ojalá le llegue pronto. Como le llegue demasiado tarde las patas no le van a responder y el castañazo será de los que hacen época.

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