El triunfo de la mediocridad

Siempre he tenido en mi cabeza una idea, no se si equivocada o no, sobre los políticos. Siempre he considerado a los líderes políticos, fueran del país que fueran, para empezar como eso, como unos líderes. Gente a la que yo consideraba culta y preparada, desde luego mucho más que la media, con brillantes carreras universitarias y una brillante trayectoria profesional, personal y política. No se si yo todo esto que pensaba de los líderes políticos era porque era verdad, porque yo era demasiado joven o porque estaba demasiado equivocado, pero tengo la sensación que de esos tiempos a esta parte la cosa ha cambiado demasiado, puede que yo también.

Leo en el ABC un titular que dice así: "Hollande dudoso impulsor de la reforma que necesita Europa". Y pienso: muy bien y ¿quien es Hollande? No estoy yo muy puesto en la política francesa, más bien nada puesto, pero en esa como en casi todo en la vida también tienes que hacer caso de las sensaciones personales y de la imagen que el protagonista te transmite. A mi Hollande me parece un personaje Zapateril que, a mi modo de ver, es presidente Francés porque de los malos era el que aparentaba ser menos malo. Con esto lo que quiero decir es que a mi Hollande no me parece un personaje ni capaz de liderar el cambio de los buzones bajo su presidencia en una comunidad de vecinos; no es que me parezca sólo un personaje gris, es que me parece mediocre.

Pero es que ese galardón, el de la mediocridad, no es un galardón que le toque sólo a Hollande en la Europa actual. Ese galardón le corresponde a casi todos los políticos que ahora dirigen los destinos de Europa y, por supuesto, el destino de Estados Unidos; a Obama no hay por donde cogerle tampoco. Y sólo me he centrado en Europa o Estados Unidos por ser los máximos exponentes de los gobiernos mundiales. Pero si nos ponemos a hablar de los Maduro, de los Castro, de los Evo y compañía, ya apaga y vámonos.

Esto no es una excepción, no es que sorprendéntemente en esta sociedad ganen los mediocres, es que esta sociedad, en general, es mediocre y es más que probable que los que nos manden sean los menos mediocres; el tuerto en el país de los ciegos. Somos ya como los avestruces, metemos nuestra cabeza en el agujero y no queremos saber nada del resto mientras a nosotros nos vaya medio bien. Da envidia ver tiempos pasados a lo largo de la historia mundial en los que había gente que se mojaba y que lideraba cambios para beneficio de todos. Ahora simplemente dejamos pasar los días, lo mejor posible, sin pena ni gloria.