¿Por qué abrir la boca?
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Mi madre es una asidua lectora de mi blog y una de las personas que más duramente critica algunos de mis artículos no sólo por el fondo, también por su forma. Siempre que comentamos algo sobre algún artículo le doy mi opinión y le cuento incluso algunos de los comentarios que suscita el artículo en cuestión, incluidas las veces en las que por expresar mi opinión soy insultado. El otro día me dijo algo que me hizo reflexionar, me preguntó: -¿Para qué? ¿Realmente que ganas dando tu opinión a cambio de nada? Lo entendería si te pagaran por ello, pero así no lo entiendo.
Yo pienso que cada uno va amoldando su forma de ser y de actuar en función a como le vaya en la vida. Una persona puede tener escondido algo que nadie es capaz de apreciar y de ver hasta que de repente llega alguien a su vida y ve lo que los demás no ven, ni siquiera el propio protagonista. Yo siempre he expresado mi opinión sobre las cosas, mis quejas y mis discursos por unos motivos u otros entre mis círculos más cercanos; muy probablemente aburriendo a la mayoría que tuviera que aguantar mi perorata impertérrito.
Siempre tengo mi opinión sobre casi todo lo que pasa a mi alrededor, casi nada me causa indiferencia y, aunque no lo parezca, observo casi todo sacando siempre mis propias conclusiones, erróneas o no. Me imagino que por no aburrir demasiado a mi círculo más cercano y porque apreciaran que mi opinión pudiera ser interesante para más gente me sugirieron comenzar a escribir, algo que yo nunca había hecho. Al principio me provocaba mucha vergüenza que me leyeran y que pudiera hacer el ridículo, pero poco a poco me he ido acostumbrando y ahora hay veces que la escritura surge sin más para expresar cualquier cosa.
Los que nos mojamos, opinamos a cara descubierta y nos expresamos sin tapujos a veces nos preguntamos también por qué lo hacemos viendo, sobre todo, la actitud de mucha gente, que asiste a tus exposiciones o te lee anonimamente sin atreverse o no querer abrir la boca. Entiendo que cada uno es como es y que hay ciertas cosas que a unos les cuesta más que a otros, pero yo creo que vivimos tiempos de agarrar el toro por los cuernos y de mojarse. Todos tenemos alguien por detrás a quien proteger, amigos o familia, todos los que somos adultos tenemos que dar la cara por alguien que espera mucho de nosotros y que pasado el tiempo tendrán la satisfacción de que su familiar, en este caso yo, por lo menos lo hubiera intentado y no se hubiera callado.
Son tiempos, bajo mi punto de vista, de dar un paso al frente y no de decir: "¿Qué le vamos a hacer?". El otro día comenté en mi muro de Facebook que la ITV de los coches me parecía un impuesto revolucionario mafioso con el que el estado recaudaba y empresas de amigotes se beneficiaban. La respuesta generalizada que recibí fue un: "ya, si, puede que tengas razón, pero no la pases y ya veras la multa y las consecuencias". Pudiendo llegar a entender posturas como esas no puedo evitar que lleguen a ponerme enfermo, odio el conformismo, odio el: ¿qué le vamos a hacer? Si todos los hombres a lo largo de la historia hubieran dicho algo así estaríamos en la Edad de Piedra, el mundo no habría evolucionado en lo más mínimo y es más que probable que todavía estuviéramos intentando descubrir la rueda y el fuego.
Yo se que es difícil abrir la boca cuando se tiene una vida acomodada y sin demasiadas preocupaciones, pero en estos tiempos nadie puede asegurar a nadie que esa vida sin problemas vaya a ser definitiva. Es preferible acudir a un banco cuando no se tiene necesidad imperiosa de dinero que cuando se va acuciado por los pagos, en la vida pasa lo mismo, a lo mejor cuando lleguen los problemas es demasiado tarde y no puedes hacer nada, lo digo por propia experiencia. Los golpes en la mesa y los no me da la gana son mucho más necesarios de lo que parecen, el conformismo no tiene por qué traer todo bueno.
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