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La gotera

Lo normal es que siempre llegara cansado y tarde a casa después de trabajar, pero lo de aquel día ya no era normal. El día había sido largo y tenso, había madrugado mucho más que de costumbre y tenía que ver a tantos clientes que no podía ni siquiera imaginar por la mañana que eso pudiera tener fin alguno, parecía infinito. Pero si, llegó por fin la hora, llegar a tu casa a las nueve de la noche después de haber salido hacia las seis y media de la mañana no está nada mal, por fin había llegado el momento que estaba esperando durante todo el día.

Ya había notado algo raro al girar la llave de la puerta de casa, era como un ruído extraño y un olor, que aunque no era extraño para mi, no acertaba a distinguir en ese momento a que era debido. Pero la desagradable sorpresa estaba aún por llegar, fue en el momento en el que llegué a la pequeña habitación del final del pasillo que yo en su momento había habilitado como despacho. Ahí es donde tenía mi ordenador, un pequeño equipo de música y una televisión que no encendía casi nunca. Ahí estaba la mesa-papelera sobre la que iba dejando a diario facturas, cartas de banco y cualquier documento que yo consideraba necesario guardar, algo que hacía cuando el montón de papeles alcanzaba una altura considerable. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, a Clara, la vecina de arriba la debía haber sucedido algo y había provocado tal gotera que a punto estaba de inundar mi pequeño despacho y destrozar todas mis cosas.

Y tenía que ser precisamente ese día cuando sucediera todo eso, un día que estaba deseando prepararme cualquier cosa rápida de cena y hundirme en mi sofá para ver por la tele cualquier bodrio, el que fuera con tal que no fuera de pensar demasiado. Tenía que ser un día en el que además había decidido acostarme más pronto que de costumbre, o no haber evitado dormirme viendo la tele, como hacía normalmente.

Cuando vi el estropicio no sabía ni por donde empezar, por el ordenador, por los papeles, por la mesa, me cambiaba... Debía ponerme manos a la obra lo antes posible, debía empzar a limpiar todo aquello si no quería que todas mis cosas acabaran destrozadas y todas mis facturas en el cubo de la basura y definitivamente sin leer. ¿Por donde empezar?

Lo primordial era empezar a recoger todo aquello y avisar a Clara para que no siguiera cayendo agua y que todo parara ya que desde mi casa podría provocar también una gotera a mi vecino de abajo. Mientras empezaba mis labores recogiendo lo más urgente antes de subir a avisar a Clara pensé que en realidad sería de las pocas veces que hablaría algo con ella, además me preocupaba que no estuviera en casa, ¿como entraría?

No estaba seguro cual era el trabajo de Clara, nunca se lo había preguntado, entre otras cosas porque nunca había hablado casi nada con ella. Había veces que coincidíamos en el ascensor por las mañanas y otras por las noches, por eso no estaba seguro ni en que trabajaba ni cual era su horario. Lo que si que era cierto es que a mi me gustaba coincidir con ella, había veces que esperaba a oir cerrarse su puerta para salir yo de mi casa e intentar coincidir en el ascensor.

Además siempre pensaba lo mismo, si hoy está en el ascensor la voy a decir que si quiere tomar un café, o si quiere que la lleve a algún sitio, o, yo que se, ya se me ocurriría algo, pero nunca la decía nada, no me atrevía. Cuando definitivamente nos despedíamos en el bajo y cada uno tomábamos nuestro camino siempre me lamentaba de no haberla dicho nada una vez más. Y me parecía mentira porque yo estaba acostumbrado a tratar con muchas personas desconocidas a diario por motivos de trabajo. Tenía que visitar todos los días a muchos clientes, hablar con mucha gente y dar alguna que otra charla en público y no tenía problema, se me daba bien, pero a Clara no me atrevía a decirle más que hola, o buenos días y hasta luego.

Un día que la hablé un poco más de la cuenta y la hice una gracieta sobre el tiempo mientras íbamos en el ascensor me puse hasta nervioso y noté que incluso me había temblado un poco la voz, espero que ella no se diera cuenta. Lo cierto es que no me explicaba muy bien por qué me pasaba eso con Clara, porque sólo me ponía así cuando coincidía con ella.

No es que fuera además una mujer espectacular, tipo top model inalcanzable y soberbia, era, eso si, muy guapa, para mi gusto. Era morena, con unos grandes ojos oscuros que nunca me atreví a mirar directamente, por lo que no estaba seguro del color, aunque intuía que serían marrones. Tenía el pelo largo, pero no demasiado, media melena y le hacía algun rizo en las puntas. Su voz era muy dulce, o todo lo dulce que pudiera parecer una voz a la que la frase más larga que le había oído pronunciar había sido buenos días, vestía también muy bien, de una forma muy sencilla, pero a la vez muy elegante. Pero si había una cosa que me encantaba era su perfume, había veces que me daba cuenta que no iba a coincidir con ella en el ascensor porque al entrar todavía permacía allí su olor.

Era evidente, hasta yo debía darme cuenta de ello, Clara me gustaba pero mi increíble cobardía siempre impedía que ni siquiera nos pudiéramos tomar un café juntos. Quién lo iba a decir, con lo que yo había sido, nunca dejaba títere con cabeza y no se me resistía casi ninguna mujer. Esta vez me encontraba con una que me gustaba de verdad y no me atrevía a decirla nada, ya me había acostumbrado y me tomaba la cosa con total resignación.

Era evidente que tendría que llamar al banco para que me volviera a enviar el estracto anual para la declaración de la renta porque estaba tan calado que no tenía solución alguna y no tenía más remedio que tirarlo a la basura. El ordenador ya estaba salvado de la inundación y la televisión también, por suerte el equipo de música quedaba lo suficientemente lejos como para que no hubiera sufrido daño alguno, eso si que me habría preocupado, quedarme sin música. Mis cosas estaban más o menos salvadas, pero aún seguía cayendo agua, era evidente que Clara no estaría en casa. Decidí, aún así, subir a avisarla de todas formas no fuera que le hubiera sucedido algo grave.

Pero antes decidí cambiarme, no podía subir de esa manera, con la ropa usada de todo el día, decidí ponerme algo más cómodo, unos vaqueros y una camisa, lo normal. Parecía que me lo estaba tomando con calma, aunque mis cosas estaban prácticamente salvadas el agua seguía cayendo por el techo copiosamente y podría acabar hundiéndolo, tenía que localizar a Clara urgentemente. Es curioso, siempre me pasa lo mismo, cada vez que mi imaginación se pone a volar el tiempo pasa prácticamente sin que me entere y en ese momento era necesaria más rapidez.

Al final me cambié de ropa, la verdad es que me puse mucho más elegante de lo que pensaba, me puse los vqueros y aquella camisa que usaba sólo para las ocasiones especiales, bueno, al fin y al cabo esta lo era.

Salí a coger el ascensor para subir a su piso, aunque sólo había que subir un piso no me gusta subir por las escaleras, me gusta el deporte, pero sin excesos. Cuando entré en el ascensor me di cuenta enseguida, Clara estaría en casa, de hecho acabaría de llegar, el ascensor olía a ella, creo que reconocería ese olor en cualquier sitio, estaba completamente seguro de que ella acababa de estar allí.

Cuando llegué a la planta de Clara me acordé que no estaba seguro si su letra era la A o la B, había cinco pisos en cada planta, pero el arquitecto que diseñó aquello debió ser un tipo raro de esos que hacían unas distribuciones de planta un tanto extrañas, diferentes la una de la otra. Estaba casi seguro, era la B, me guiaba por ese maravilloso olor que ella desprendía, llamé a la puerta.

Nada más abrir la puerta su cara delataba que ya se había dado cuenta del estropicio, se había dejado el grifo medio abierto del cuarto de baño que está justo encima de mi despacho, mi casa estaba mal, pero la suya tampoco estaba demasiado bien, estaba casi inundada. Y fue en ese momento, en el mismo momento que abrió la puerta de su casa y la vi cuando me di cuenta que en realidad el destino había sido caprichoso conmigo, había puesto una gotera en mi vida para darme una última oportunidad, quizás, de hablar con Clara.

-Lo siento Carlos, siento la gotera que te he provocado, no te preocupes que ya informo al seguro. 
-¿Necesitas algo Clara? 
-Pues la verdad es que un poco de ayuda no me vendría mal.
-Pues nada, tranquila que yo te echo una mano si quieres, ¿puedo pasar?- Si, por supuesto, ¿quieres tomar algo? ¿Te apetece una cerveza?
-Si, una cerveza no estaría mal, muchas gracias 
-Por cierto Carlos, ¿te puedo preguntar algo? 
-Si, claro. 
-¿Que colonia usas? Me encanta, siempre que voy contigo en el ascensor me fijo en tu colonia.

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