Abrir los ojos

Me gustan las noches tranquilas, las noches que te acuestas cansado y que consigues no despertarte en ningún momento pensando en nada terrible. Me gusta que la noche pase entre sueños, esos sueños que son tan reales como que ocupan nada menos que la mitad de la vida. Me gusta acostarme escuchando la radio o algún programa raro grabado del que no llego a escuchar nunca nada, del que no recuerdo al día siguiente ni de lo que iba. Me gustan esas noches porque así son mucho mejores las mañanas y los días siguientes.

Me gusta despertarme sin despertador y quedarme en la cama mirando por las rendijas que suelo dejar en la persiana del balcón abierto de mi habitación. Me gusta que entre el sol de la mañana de verano y esa luz tenue que poco a poco se va haciendo más intensa y va dando más calor. Me gusta esa tranquilidad que provoca que lo primero que me venga a la cabeza sea alguna canción. Y así me quedo en la cama diez minutos, mirando la luz del sol y tarareando esa canción. Me gusta no pensar que me tengo que ir y que no tengo que estar a ninguna hora en ningún sitio.

Me gusta lavarme los dientes con la ventana del baño bien abierta a mi espalda, mientras miro por la ventana a través del espejo. Me gusta levantarme con la casa en silencio, con todo el mundo durmiendo e ir levantando las persianas  y abriendo las ventanas para dejar entrar la luz y aire que renueve el ya cargado acumulado durante la noche. 

Me gusta ponerme un café con leche muy cargado mientras pongo la canción con la que me he levantado ese día y la canto, esta vez como un susurro. Me gusta sentarme, mientras tanto, delante de mi ordenador para leer las noticias del día. Me gusta que nada más empezar a leer alguna noticia me den ganas de escribir sobre ella y conseguirlo. Me gusta que todo eso sea con el único sonido de la música y a solas. Me gusta y me sale gratis, ya me gusta más.